A las 10:30 de la mañana del 11 de septiembre del 1973, en Chile se acabó la democracia; esta es la hora en la que la marinería el ejército y el cuerpo de carabineros de Chile, bombardearon el palacio de La Moneda, sede del gobierno nacional de este país sudamericano. 

De Salvador Allende Gossens, compañero revolucionario, socialista asumido siempre; leal y fiel a los ideales progresistas en Chile, en México se conoce poco, de lo más, su icónica frase: "Ser joven, y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica", tomada de su discurso del 2 de diciembre de 1972 en la Universidad de Guadalajara (UDG); pero su figura es más grande de lo que en nuestro país se sabe.

Cuatro veces candidato a la presidencia de Chile, consiguió convertirse en el presidente de su nación en el año de 1970 y llegar al Palacio de La Moneda (sede del poder ejecutivo nacional en Chile) por la vía constitucional, al ser elegido presidente por el congreso chileno y obtener la mayoría en la elección presidencial de esa época. 

Allende Gossens, fue el primer presidente socialista, que en la historia del mundo, asumió la presidencia por la vía democrática, e intentó instaurar un régimen progresista de la misma forma, con lo que causó grande expectación en la comunidad internacional. 

Así permaneció el gobierno chileno hasta que el 11 de septiembre de 1973, hace 50 años, el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, fue derrocado por un golpe de Estado impulsado y encabezado por el general Augusto Pinochet (fallecido en diciembre de 2006). 

La figura de Salvador Allende Gossens, ha trascendido hasta nuestros tiempos puesto que, en los términos de política transformadora y revolucionaria que se vive en la América de nuestros días en la que la política se centra -como nunca antes- en el desarrollo de la sociedad desde las clases más oprimidas, las mujeres, los obreros, los campesinos, los jóvenes, entre otros. El temple, el pensamiento y la ideología de Salvador Allende está más vivo que nunca en la sociedad latinoamericana de nuestros días. Porque nuestro tiempo es, y debe ser progresista.